Pedro Peves vio en sus cilindros algo más que aceite y los convirtió en una novedosa parrilla, donde cocina chancho, pato, pavo y pollo.

Si usted pasa por la cuadra 1 de la calle Los Negocios, en Surquillo, los lunes y martes encontrará un taller mecánico. Pero si se da una vuelta entre miércoles y domingo, se dará cuenta de que los autos y herramientas han sido reemplazados por mesas y cubiertos.
Y que en lugar de mecánicos, encontrará a Pedro Peves y a sus asistentes de cocina dándole vuelta a la carne que se está dorando en los cilindros, cuyo diseño ha sido mejorado con el pasar de los años y tras varios pollos y chanchos quemados.
Hace 28 años se animó a cortar un cilindro de cinco galones, limpiarlo y acondicionarlo para hacer un pollo a la parrilla.
“La idea me vino de la nada. Nunca había visto que hicieran la carne de esta forma. Además, pensé: ¿por qué no puedo hacerme un pollo de esta manera? Y agarré un cilindro y lo corté. Pero el pollo se me quemó porque la distancia entre el carbón y la parrilla era corta”, explicó a elcomercio.pe.
Luego usó un cilindro más grande e hizo una serie de modificaciones. Le puso una chimenea, después barro y cemento, hasta que llegó al modelo actual con un hueco y con la parrilla a la mitad para que la carne salga crocante.
DE HOBBY A NEGOCIO
Las primeras personas que probaron el sabor del cilindro fueron sus familiares y amigos. Justamente uno de ellos le dijo que tenía entre sus manos la oportunidad de negocio, que la carne era espléndida y que podía ser vendida fácilmente.
“Desde fines de 1999 comencé con la cilindrada. Al inicio solo atendía los sábados, después de dos años lo hacía los fines de semana y progresivamente fui aumentando, hasta hoy que el restaurante funciona de miércoles a domingo”.
A la semana Pedro vende 250 kilos de chancho, 60 kilos de pavo, 30 patos y 100 pollos. “Aquí trabajamos a pedido. La gente nos llama y así le preparamos la carne, cuya cocción puede demorar de 2 a 4 horas”.
Nunca estudió cocina pero la experiencia le ha enseñado la diferencia entre el cilindro parado y el suyo: en el primero la carne sale jugosa porque la distancia entre el carbón y la parrilla es más grande. “Mi estilo es diferente, el pollo o chancho debe ser crocante por fuera y muy suave por dentro”.
DOS PASIONES
Si bien tiene más clientes como restaurante que como taller, Pedro no deja de lado su primera pasión: la mecánica, y se ensucia, desarma y arregla motores porque para él hacerlo es como preparar una buena parrilla.
“La cocina es un sentimiento totalmente diferente. Nunca me imaginé destacar en la gastronomía. Pienso seriamente en poner un restaurante más adelante. De mi taller solo adapté el cilindro, no piensen que uso la llave inglesa como espátula, ja”, dijo sonriente.